miércoles, 4 de diciembre de 2019

Niños desobedientes: ¿Por qué ocurre?








Niños desobedientes: por qué ocurre y qué puedes hacer

Dirige su atención a algo positivo: hagan este bello comedero para pájaros.

Por qué los niños de 3 y 4 años desobedecen

Tu hijo ignora tu petición de que guarde sus juguetes y tira sus autos por las escaleras, a pesar de que le has pedido muchas veces que no lo haga. ¿Por qué es tan rebelde?

Ahora depende menos de ti que cuando era más pequeño y tiene un sentido de identidad más fuerte. Por eso se muestra más rebelde. También está aprendiendo a controlar sus impulsos, lo cual toma tiempo y paciencia.Ser rebelde o no obedecer es una forma de reafirmarse ante sí mismo.

Cómo puedes corregir a un niño desobediente

·       Sé comprensiva
Cuando le pidas que entre a almorzar y te grite: “¡Ahora no!” y luego se ponga a llorar cuando le obligues a entrar en la casa de todos modos, intenta ponerte en su lugar. Abrázalo y asegúrale que entiendes lo difícil que es dejar a sus amigos, pero que el almuerzo ya está preparado.

Se trata de demostrarle que, en realidad, estás de su lado. Procura no enojarte (aunque los vecinos se quedan mirando el espectáculo). Sé amable pero firme y hazlo entrar en la casa cuando le toque hacerlo.


·       Establece límites
Los niños de esta edad necesitan, e incluso quieren, límites. Establécelos y asegúrate de que tu hijo sabe cuáles son. Díselo con claridad: “No se pega. Si estás enojado, usa tus palabras para decirle a José que quieres que te devuelva el juguete”, o “Recuerda, siempre tienes que sujetarme de la mano en la calle”.

Si tu hijo pequeño tiene problemas a la hora de seguir las reglas (como todos los niños de esta edad), procura encontrar soluciones. Si le pega a su hermanita porque se siente que lo dejas de lado, por ejemplo, ayúdalo a dar de comer o bañar al bebé, y luego encuentra la manera de que pase tiempo a solas contigo. Si se levanta de la cama porque 
tiene miedo de la oscuridad, dale una linterna para que la tenga junto a su cama.


·       Refuerza el buen comportamiento
En lugar de fijarte en el comportamiento de tu hijo únicamente cuando se porta mal, procura señalar también aquellas ocasiones en que actúa de manera apropiada. Un sencillo “Gracias por colgar tu abrigo” o “Me ayudas mucho cuando compartes tus juguetes con tu hermana pequeña”, lo motivará a repetir su buen comportamiento.

Y aunque es posible que te sientas tentada de darle una reprimenda verbal cuando su comportamiento no sea el más deseable, muérdete la lengua. Cuando un niño se porta mal, ya se siente mal. Hacerle sentir peor solo provoca más comportamiento negativo. Mantén la calma y sé un buen ejemplo para él.

“Cuando un niño se porta mal, ya se siente mal” dice Jane Nelsen, autora de libros sobre disciplinar positivamente. “¿De dónde sacamos la idea de que para hacer sentir bien a un niño, primero hay que hacerlo sentir mal?”. De hecho, hacer lo, solo produce más mal comportamiento.

Recuerda también que 
disciplinar a tu hijo no significa controlarlo, significa enseñarle a controlarse a sí mismo. Si lo castigas, quizá consigas que se comporte, pero solo porque teme no hacerlo. Es mejor para tu hijo hacer lo correcto porque quiere hacerlo, porque hace que el día sea más divertido o porque le hace sentir bien.


·       Usa bien el tiempo de castigo o “tiempo para pensar” (time-out)
Cuando tu hijo está a punto de perder el control porque no se sale con la suya, ayúdalo a calmarse. En lugar de mandarlo a su cuarto, siéntalo en un cómodo sofá o en un rincón favorito de su habitación.

Quizá le guste diseñar un “rincón para calmarse”, en el que haya una gran almohada, una cobija (manta) suave e incluso algunos libros favoritos.

Si aun así se niega a quedarse allí, retírate tú unos pocos minutos a un lugar tranquilo, como tu dormitorio, para calmarte también. No solo le darás un buen ejemplo, sino que obtendrás un descanso. Cuando ambos se sientan mejor, será el momento de hablar de comportamiento apropiado.


·       Ayúdalo a tener confianza en sí mismo
Cuando le das oportunidades para que haga sus propias elecciones, le permites ser más independiente dentro de un entorno controlado. En lugar de decirle que se ponga los pantalones que tú has escogido, por ejemplo, déjale que escoja entre los dos pares que has seleccionado previamente. Pregúntale si quiere comer zanahorias o papas (patatas) con la cena, y qué cuento quiere leer por la noche.

Otra manera de ayudar a tu pequeño es decirle lo que puede hacer en lugar de lo que no puede hacer. En lugar de decirle: “¡No! ¡No juegues con el balón en la casa!”, dile: “Salgamos para que puedas patear el balón”. Si quiere tomar un helado antes de la cena, dile que puede escoger entre un pedazo de queso o una manzana.


·       Escoge tus batallas
Si tu hijo tiene un sentido de la moda particular y quiere ponerse su camisa de camuflaje con unos pantalones anaranjados, ¿qué tiene de malo? A veces es más fácil pasarlo por alto. Lo mismo cuando pisa los charcos de camino a la casa, o bien guarda sus muñecos debajo de la cama en lugar de ponerlos en su lugar.


·       Distrae su atención
Evita situaciones que puedan desencadenar la rebeldía de tu hijo. ¿Por qué arriesgar llevarlo a un restaurante elegante cuando podrías llevarlo al parque a comer? No es muy realista esperar que se comporte en una tienda de ropa o que se siente tranquilamente durante una larga y aburrida reunión.

Si vas por el centro comercial y ves una tienda de juguetes que le gusta mucho, dirígelo rápidamente en otra dirección o distrae su atención. “¡Mira esa fuente! ¿Quieres echar una moneda y pensar en un deseo?”.


·       Sé realista con respecto a su edad y la etapa que atraviesa
 Cuando pidas a tu hijo que haga la cama o barra el patio, asegúrate de que sabe hacerlo. Dedica tiempo a enseñarle nuevas tareas y háganlas juntos hasta que aprenda a realizarlas. A veces, lo que te parece un acto de rebeldía es simplemente la incapacidad de realizar una tarea demasiado compleja.

Para finalizar, debes comprender que la percepción que tiene tu hijo del tiempo es muy diferente a la tuya. En lugar de esperar que pase tranquilamente de jugar en su escuela a sentarse en el coche, dale unos minutos de aviso para ayudarle a cambiar de marcha: “Daniel, nos vamos en cinco minutos, así que termina el juego, por favor”.

No hay garantía de que interrumpa su diversión sin quejarse. De hecho, seguramente 
lloriquee durante todo el camino a casa. Pero mientras seas perseverante, tu pequeño aprenderá a la larga que siendo desobediente no conseguirá lo que quiere.





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martes, 5 de noviembre de 2019

Agresividad: por qué ocurre y cómo solucionarla




¿Por qué a veces son tan agresivos los niños?
Aunque quizás no te lo creas, la agresión es una parte normal del desarrollo de un niño. Muchos niños, de vez en cuando agarran los juguetes de sus compañeros de clase, pegan a los demás, dan patadas o gritan hasta ponerse colorados.

Y es que los niños pequeños están aprendiendo muchas habilidades nuevas, desde sujetar un par de tijeras hasta pronunciar oraciones completas. Por eso, pueden frustrarse con facilidad y descontarse después con un amiguito.

Si tu niño empezó a ir a la guardería o al preescolar, también se está acostumbrando a estar lejos de ti. Y si se siente resentido o abandonado, podría vengarse empujando al próximo niño que lo moleste.

También podría ser que tu hijo esté cansado o tenga hambre, y como no sabe exactamente cómo manejar la situación, responde mordiendo, golpeando o manifestando su frustración a través de 
una rabieta o berrinche.

Incluso los niños más grandes y en edad escolar podrían seguir teniendo dificultades para controlar su temperamento. Además, tu hijo podría tener un problema de aprendizaje que le dificulte prestar atención o leer, afectando su desempeño académico y provocándole una gran frustración. O quizás algún golpe psicológico (como una enfermedad o un divorcio reciente en la familia) le esté provocando más dolor y enojo de lo pueda soportar.

Sea cual sea la causa de la agresividad de tu hijo, es probable que la supere a medida que vaya aprendiendo a usar las palabras para solucionar sus problemas, en lugar de los puños y los pies. La clave está en ayudarlo a darse cuenta, y cuanto antes mejor, que obtendrá mejores resultados si trata de dialogar en lugar de solucionar la disputa tirándole del pelo a su amiguito.
¿Qué debo hacer si mi hijo se comporta de forma agresiva?
Sé un buen ejemplo. Por más enojada que estés, procura no gritarle, pegarle o decirle a tu hijo que es malo. Si lo haces, en lugar de lograr que cambie su comportamiento, le estarás enseñando que está bien agredir verbal y físicamente cuando uno se enoja. Es mejor que le pongas un buen ejemplo controlando tu genio y sacándolo calmamente de esa situación, si te parece necesario.

Reacciona rápidamente. Trata de responder de forma inmediata cuando ves que tu niño se pone agresivo. Es tentador esperar hasta que pegue a su hermano por tercera vez antes de decir ¡ya basta!, especialmente cuando lo has reprendido una docena de veces en la hora anterior. De todas formas, es mejor dejárselo saber de inmediato cuando esté haciendo algo mal.

Llévatelo del lugar donde ha ocurrido la agresión para que pueda pensar. Para un niño en edad preescolar, tres o cuatro minutos separado de los demás es suficiente. La idea es que relacione su comportamiento con la consecuencia y que sepa que si muerde o chilla, se perderá la diversión.

Sigue tu plan. Siempre que te sea posible, responde al comportamiento agresivo con la misma consecuencia. Cuanto más predecible seas (“bueno, has empujado de nuevo a María; eso significa otro rato solito para pensar”), antes establecerás un patrón que tu hijo reconocerá. Eventualmente, se dará cuenta que, si no se porta bien, no podrá disfrutar de las cosas divertidas; y este es el primer paso para que empiece a controlar su propio comportamiento.

Incluso si tu hijo hace algo que te mortifica en público, sigue tu plan. La mayoría de los padres entenderán tu situación.

Habla de lo sucedido. Luego de que hayas apartado a tu hijo, espera a que se calme y después comenta con tranquilidad lo que pasó. El mejor momento de hacerlo es inmediatamente después de que se haya calmado, pero antes que se olvide de lo ocurrido (de 30 minutos a una hora después). Pregúntale si te puede explicar lo que desencadenó su reacción (“Juan, ¿por qué crees que te enojaste tanto con María?”).

Explícale que es natural enojarse a veces, pero que no está bien empujar, pegar, patear o morder. Sugiere otras formas de expresar lo enojado que está: patear una pelota, pegarle a una almohada, pedir la ayuda de un adulto o hablar de sus sentimientos, sin gritar: “María, estoy muy enojado porque me quitaste el libro”.

Otra forma de ayudar a tu hijo a manejar sus emociones es con el “tiempo de inclusión” (el lugar de tiempo de castigo). Cuando tu niño explote, interrumpe lo que estés haciendo y pídele que se siente junto a ti en algún lugar silencioso.

Si te lo permite, abrázalo o tómalo de la mano. Después de algunos minutos de tranquilidad, hablen brevemente sobre lo ocurrido y de qué otra forma sería mejor que hubiese reaccionado. La idea es que aprenda a reconocer y a comprender sus emociones al tiempo en que considera otras formas de expresarlas.

Ahora también es buen momento de enseñarle a alejarse de situaciones y personas que lo hagan enfurecer, hasta que sea capaz de pensar en una forma de reacción más aconsejable que los puños. Puedes ayudarle a controlar sus enojos leyendo juntos cuentos sobre el tema.

Premia su buen comportamiento En lugar de prestar atención a tu hijo solo cuando se porta mal, procura también hacerlo cuando se porta bien: cuando pide su 
turno en la computadora en lugar de quitarte el ratón, por ejemplo, o cuando le presta el columpio a otro niño que ha estado esperando.

Dile lo orgullosa que estás de él. Muéstrale que el autocontrol y la resolución de conflictos generan más satisfacción, y mejores resultados, que los golpes y empujones. Pon un calendario especial en el frigorífico o en la pared de su dormitorio, y márcalo con un adhesivo o pegatina cada vez que logre mantener la calma. Ofrécele una recompensa cuando haya acumulado 4 o 5 pegatinas, por ejemplo.

Aumenta su sentido de la responsabilidad Si la agresión de tu hijo daña la propiedad de alguien o causa un estropicio, debería ayudar a arreglarlo. Puede ayudar a arreglar un juguete roto, por ejemplo, o a recoger las galletas del piso o los bloques de construcción que tiró en un momento de enojo. No lo hagas como un castigo, sino como la consecuencia natural de un acto agresivo; algo que cualquiera tendría que hacer si rompiera algo.

Asegúrate también de que tu hijo comprenda que necesita pedir disculpas, incluso aunque tengas que llevarlo de la mano hasta la persona que ofendió y decirlo por él. Sus disculpas pueden parecerte poco sinceras al principio, pero a la larga aprenderá la lección.

Limita el tiempo que pasa viendo televisión Los dibujos animados aparentemente inocentes y otros programas de televisión están a menudo llenos de gritos, amenazas y violencia. Así que procura 
vigilar los programas que ve tu hijo, viéndolos con él, sobre todo si tiene tendencia a la agresión.

La Academia Estadounidense de Pediatría recomienda que los padres seleccionen programas de calidad, apropiados a la edad de los niños, y que limiten el tiempo que sus hijos pasan ante las pantallas de televisión y otros dispositivos, a no más de una hora al día. También piden que los padres vean los programas con sus hijos y les hablen acerca de lo que están viendo.

No temas pedir ayuda Algunos niños tienen más problemas con la agresión que otros. Si el comportamiento agresivo de tu hijo es frecuente y grave, interfiere en sus estudios u otras actividades organizadas, y tiene como resultado que ataque físicamente a otros niños o adultos, habla con la enfermera o el médico.

Juntos pueden tratar de llegar al fondo del problema y ver si hace falta la intervención de un psicólogo o psiquiatra. A veces hay un problema de aprendizaje o de conducta detrás de la frustración y el enojo; otras, el problema está relacionado con cuestiones familiares o emocionales. No importa cuál sea el origen del problema, el psicólogo o terapeuta ayudará a tu niño a manejar las emociones que suelen generar su agresividad, para que futuramente aprenda a controlarlas.

Es muy poco probable que necesites ayuda profesional, pero si tu hijo la necesita, es un alivio saber que no tienes que resolver el problema tú sola. Recuerda que tu hijo es pequeño, con una guía apropiada y mucha paciencia, es muy posible que las agresiones queden pronto en el pasado



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